Confucio: Los Cuatro Libros Clásicos
Lejos de la mística y las creencias religiosas, la enseñanza de Confucio se propone como una filosofía práctica, como un sistema de pensamiento orientado hacia la vida y destinado al perfeccionamiento de uno mismo.
El objetivo no es la "salvación", sino la sabiduría y el autoconocimiento.
Los Cuatro Libros Clásicos ocupan una considerable cantidad de espacio. Por esa razón, lo que aquí se expone es un resumen de las citas más interesantes. Dentro de cada Libro, las citas se han ido presentando según su orden de aparición. Es por esta causa por la que aparecen mezclados los temas y en una forma anárquica, ya que están fuera de contexto.
Por otra parte, es chocante la escasísima información en español que sobre Confucio se encuentra en la Red. Espero que esta página contribuya a la difusión del pensamiento de este filósofo contemporáneo de los clásicos griegos y todavía en vigor en gran parte de Asia.
El Siglo XXI será el siglo de China, o por lo menos, su influencia a nivel mundial será muy grande. Es interesante intentar comprender cómo piensa esa civilización e intentar imitar o adaptar lo que a cada cual convenga.
Primer Libro Clásico
Confucio
Es preciso conocer el fin hacia el que debemos dirigir nuestras acciones. En cuanto conozcamos la esencia de todas las cosas, habremos alcanzado el estado de perfección que nos habíamos propuesto.
Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el deber de mejorar y corregir su propio ser.
¿No sería más eficaz lograr que fueran innecesarios los juicios?, ¿No resultaría más provechoso dirigir nuestros esfuerzos a la eliminación de las inclinaciones perversas de los hombres?
Para conseguir que nuestras intenciones sean rectas y sinceras debemos actuar de acuerdo con nuestras inclinaciones naturales.
Cuando el alma se haya agitada por la cólera, carece de esta fortaleza; cuando el alma se halla cohibida por el temor, carece de esta fortaleza; cuando el alma se halla embriagada por el placer, no puede mantenerse fuerte; cuando el alma se halla abrumada por el dolor, tampoco puede alcanzar esta fortaleza. Cuando nuestro espíritu se haya turbado por cualquier motivo, miramos y no vemos, escuchamos y no oímos, comemos y no saboreamos.
Raras veces los hombres reconocen los defectos de aquellos a quienes aman, y no acostumbran tampoco a valorar las virtudes de aquellos a quienes odian.
Lo que desapruebes de tus superiores, no lo prácticas con tus subordinados, ni lo que desapruebes de tus subordinados debes practicarlo con tus superiores. Lo que desapruebes de quienes te han precedido no lo practiques con los que te siguen, y lo que desapruebes de quienes te siguen no lo hagas a los que están delante de ti.
No dar importancia a lo principal, es decir, al cultivo de la inteligencia y del carácter, y buscar sólo lo accesorio, es decir, las riquezas, sólo puede dar lugar a la perversión de los sentimientos del pueblo, el cual también valorara únicamente las riquezas y se entregará sin freno al robo y al saqueo.
Si el príncipe utiliza las rentas públicas para aumentar su riqueza personal, el pueblo imitará este ejemplo y dará rienda suelta a sus más perversas inclinaciones; si, por el contrario, el príncipe utiliza las rentas públicas para el bien del pueblo, éste se le mostrará sumiso y se mantendrá en orden.
Si el príncipe o los magistrados promulgan leyes o decretos injustos, el pueblo no los cumplirá y se opondrá a su ejecución por medios violentos y también injustos. Quienes adquieran riquezas por medios violentos e injustos del mismo modo las perderán por medios violentos e injustos.
Sólo hay un medio de acrecentar las rentas públicas de un reino: que sean muchos los que produzcan y pocos los que disipen, que se trabaje mucho y que se gaste con moderación. Si todo el pueblo obra así, las ganancias serán siempre suficientes.
Segundo Libro Clásico
Confucio
La situación en que nos hallamos cuando todavía no se han desarrollado en nuestro ánimo la alegría, el placer, la cólera o la tristeza, se denomina "centro". En cuanto empiezan a desarrollarse tales pasiones sin sobrepasar cierto límite, nos hallamos en un estado denominado "armónico" o "equilibrado". El camino recto del universo es el centro, la armonía es su ley universal y constante.
Cuando el centro y la armonía han alcanzado su máximo grado de perfección, la paz y el orden reinan en el cielo y en la tierra, y todos los seres alcanzan su total desarrollo.
El hombre noble, cualesquiera que sean las circunstancias en que se encuentre se adapta a ellas con tal de mantenerse siempre en el centro. En cuanto conseguía una nueva virtud, se apegaba a ella, la perfeccionaba en su interior y ya no la abandonaba en toda la vida.
Mucho más excelente es la virtud del que permanece fiel a la práctica del bien, aunque el país se hay carente de leyes y sufra una deficiente administración.
El camino recto o norma de conducta moral debemos buscarla en nuestro interior. No es verdadera norma de conducta la que se descubre fuera del hombre, es decir, la que no deriva directamente de la propia naturaleza humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí, y no hace a sus semejantes lo que no quisiera que le hicieran a él, éste posee la rectitud de corazón y cumple la norma de conducta moral que la propia naturaleza racional impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica constante de las buenas obras, cuando han alcanzado su prado máximo de perfección, producen óptimos resultados; del mismo modo, el fiel cumplimiento del deber dará lugar a beneficios sin límite, siendo su causa unas fuerzas de naturaleza sutil e imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales, comunes y tres facultades para practicarlos. Estos deberes se refieren a las cinco relaciones siguientes: las relaciones que debe existir entre el príncipe y los súbditos, entre el padre y sus hijos, entre el marido y la esposa, entre los hermanos mayores y los menores, y entre los amigos. El recto comportamiento en estas cinco relaciones constituye el principal deber común a todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la observancia de nueve reglas universales: el dominio y perfeccionamiento de uno mismo, el respeto a los sabios, el amor a los familiares, la consideración hacia los ministros por ser los principales funcionarios del reino, la perfecta armonía con todos los funcionarios subalternos y con los magistrados, unas cordiales relaciones con todos los súbditos, la aceptación de los consejos y orientaciones de sabios y artistas de los que siempre debe rodearse el gobernante, la cortesía con los transeúntes y extranjeros, y el trato honroso y benigno para con los vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos previamente las palabras, nuestra conversación no será vacilante ni ambigua. Si en todos nuestros negocios y empresas determinamos y planeamos previamente las etapas de puesta actuación, conseguiremos con facilidad el éxito. Si determinamos con la suficiente antelación nuestra norma de conducta en esta vida, en ningún momento se verá nuestro espíritu asaltado por la inquietud. Si conocemos previamente nuestros deberes, nos resultará fácil su cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará de la confianza de sus superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana, no se enorgullece ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se rebela contra los ricos y poderosos. Cuando el reino es administrado con justicia y equidad, bastará su palabra para que le sea conferida la dignidad que merece; cuando el Reino sea mal gobernado, y se produzca disturbios y sediciones, bastará su silencio para salvar su persona.
Todos los seres participan en la vida universal, y no se perjudican unos a otros. Todas las leyes de los cuerpos celestes y las que regulan las estaciones se cumplen simultáneamente sin interferirse entre sí. Las fuerzas de la naturaleza se manifiestan tanto haciendo deslizar un débil arroyo como desplegando descomunales energías capaces de transformar a todos los seres, y en esto consiste precisamente la grandeza del cielo y de la tierra.
El sabio pretende que sus acciones virtuosas pasen desapercibidas a los hombres, pero día por día se revelan con mayor resplandor; contrariamente, el hombre inferior realiza con ostentación las acciones virtuosas, pero se desvanecen rápidamente. La conducta del sabio es como el agua: carece de sabor, pero a todos complace; carece de color, pero es bella y cautivadora; carece de forma, pero se adapta con sencillez y orden a las más variadas figuras.
Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún en el lugar más secreto, nada de lo que puedas avergonzarte.
Sin ofrecer bienes materiales el sabio se gana el amor de todos; sin mostrarse cruel ni encabezado, es temido por el pueblo más que las hachas y las lanzas.
La pompa y la ostentación sirven de muy poco para la conversión de los pueblos.
Tercer Libro Clásico
Confucio
Si el hombre sabio observa una conducta displicente, no inspirará respeto; si se limita a estudiar, sus conocimientos no serán profundos. Debéis ser siempre sinceros, fieles y actuar con buena fe. No entabléis amistad con personas de virtud o conocimientos inferiores a los vuestros. Si tenéis algún defecto, procurad corregirlo.
La cortesía que debe presidir nuestras actuaciones cotidianas se fundamenta principalmente en el respeto y comprensión hacia todos.
Se puede calificar de " hombre superior " el que primero pone en práctica sus ideas, y después predica a los demás lo que él ya realiza.
La verdadera ciencia consiste en conocer que se sabe lo que realmente se sabe, y que se ignora lo que en verdad se ignora. En esto consiste la verdadera sabiduría.
Aprende a escuchar sin descanso para disipar tus dudas; mire tus palabras, para que nada de lo que digas sea superfluo; sólo de este modo lograrás evitar todo error. Obsérvalo todo, para prevenir los daños que pudiera ocasionarte una insuficiente información. Controla tus acciones, y así no tendrás que arrepentirte con frecuencia de ellas. En cuanto hayas conseguido que tus palabras sean normalmente rectas, y no debas arrepentirte con frecuencia de tus acciones, serás digno del cargo que ocupas.
Conocer lo que es justo y no practicarlo es una cobardía.
El hombre superior no discute ni se pelea con nadie. Sólo discute cuando es preciso aclarar alguna cosa, pero aún entonces cede el primer lugar a su antagonista vencido y sube con él a la sala; terminada la discusión, bebe con su contrincante en señal de paz. Estas son las únicas discusiones del hombre superior.
Los hombres ambicionan las riquezas y los honores, pero si no es posible obtenerlos por medios honestos y rectos, deben renunciar a estos bienes. Los hombres huyen de la pobreza y de las injurias, pero, si no pueden evitarse por caminos honestos y rectos es preciso aceptar estos males.
Los defectos y faltas de los hombres dan a conocer su verdadera valía. Si examinamos con atención las faltas de un hombre, llegaremos a conocer si su bondad es sincera o fingida.
Observad a los sabios para comprobar si vosotros poseéis sus virtudes. Observad también a los perversos para meditar en vuestro interior si estáis libres de sus defectos.
Los que controlan en todo momento sus actos, raras veces se desvían del camino recto.
Una virtud nunca puede subsistir aislada; siempre ha de hallarse protegida por otras virtudes.
El hombre prudente es parco en el hablar pero activo en el obrar
Cuando empecé a tratar con los hombres, escuchaba sus palabras y confiaba en que sus acciones se ajustarían a las mismas. Ahora, al tratar con los hombres, escucho sus palabras y al propio tiempo observo sus acciones.
No he conocido a ningún hombre que obrara siempre de acuerdo con sus principios. Yo no hago a los demás lo que no quisiera que ellos hicieran conmigo.
El que sabe mantener un porte digno aun cuando se halla entre sus amigos, conseguirá que sus más íntimos amigos sientan un gran respeto hacia él.
Lo único que yo ambiciono y deseo es no caer en la necesidad de vanagloriarme por mis virtudes y por mi inteligencia, y no pregonar mis buenas acciones.
Un hombre digno debe ayudar a los necesitados, pero no aumentar los bienes de los ricos.
Es mejor amar la verdad que el frío conocimiento de la misma; es mejor complacerse en la práctica de la verdad, que el simple amor hacia ella.
Estaría dispuesto a ejercer cualquier oficio si con él pudiera obtener grandes riquezas por medios honrados; si por el contrario, para enriquecerse debiera emplear medios deshonestos, preferiría seguir en la pobreza dedicándome a mis actividades favoritas.
No he hallado todavía ningún hombre santo; como máximo sólo he logrado conocer a algún hombre sabio. No comprendo cómo puede haber hombres que actúen sin saber lo que hacen.
Quienes son pródigos en exceso y se entregan al lujo, fácilmente se vuelven orgullosos.
Cuando el hombre se halla cerca de la muerte, sus palabras son sinceras y veraces.
Es posible lograr que el pueblo siga al hombre bueno, pero nunca se le podrá forzar a que le comprenda.
En general los hombres aman más la belleza corporal que la virtud.
Cuando uno no ha alcanzado todavía la perfección en el servicio de los hombres, ¿Cómo es posible que sea digno de servir a los espíritus?
¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la vida, ¿Cómo puede inquietarnos el conocer la esencia de la muerte?
Tan malo es pasar de la medida como no alcanzarla.
En público, compórtate siempre como si estuvieras ante un personaje muy distinguido; cuando debas dar alguna orden al pueblo, muestra el mismo respeto y dignidad como si estuvieras ofreciendo el gran sacrificio. No quieras para los demás lo que no quisieras para ti.
El hombre bondadoso es mesurado al hablar. El hombre noble es el que nunca sientes pesar ni temor. Sólo el que cuando se examina en su interior no encuentra nada malo puede verse libre de todo pesar y de todo temor.
Resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste ha perdido la confianza en sus gobernantes.
Buscar ante todo la rectitud de nuestras palabras, y ajustar luego nuestra conducta a ellas. Obrar siempre de acuerdo con la justicia, para perfeccionarnos cada día en su realización. Las inquietudes interiores provienen de desear la vida de quienes se ama, mientras que se desea la muerte de aquellos a quienes se podía, ya que ello es como desear al mismo tiempo la vida y la muerte de alguien. El hombre perfecto no pone su máxima aspiración en las riquezas.
Reflexionar con calma antes de adoptar ninguna determinación, no cansarse nunca de obrar el bien, y tratar cada asunto según convenga.
Lo primero que debe mirar el jefe es que su conducta sea sencilla, recta y justa en todo momento; detener siempre en cuenta los consejos de los demás hombres, ha de controlar en todo momento sus propios actos, y nunca debe mandar despóticamente.
El medio más eficaz para combatir nuestros vicios y malas inclinaciones consiste en no combatir los vicios y malas inclinaciones de los demás antes de haber eliminado los propios.
¿En qué consiste la bondad? En amar a todos los hombres. ¿En qué consiste la ciencia? En conocer a los hombres. El noble no expresa nunca su parecer sobre las cosas que no comprende. Busca la máxima precisión en sus palabras; esto es lo más importante.
Si quien gobierna no es justo, aunque ordene que se practique la justicia no será obedecido.
Cuando el pueblo es tan numeroso, ¿Qué puede hacerse en su bien? Hacerlo rico y feliz. Y cuando sea rico ¿Qué más puede hacerse por él? Educarlo.
Quien se controla a sí mismo y por el bien, no tendrá dificultad alguna para gobernar con eficacia. Al que no sabe gobernarse a sí mismo, le resultará imposible ordenar la conducta de los demás hombres.
¿Cuál es la esencia de un buen gobierno? No resolver los asuntos con precipitación y no buscar el propio provecho.
Si todos los habitantes de nuestra aldea sienten afecto hacia un hombre, ¿Qué debemos opinar de él? Este hecho no resulta suficiente para emitir un juicio sobre dicho hombre.
El hombre vulgar es vano y orgulloso, aun cuando su posición no sea elevada. Se halla muy cerca de la perfección el hombre que es constante, paciente, humilde y mesurado en el hablar.
Deben imponerse castigos cuando convenga. La fidelidad no es contraria a una justa corrección.
El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en práctica lo que dice. El hombre noble nunca teme que sus palabras superen a sus obras.
No debe afligirnos el que los hombres no os conozcan. Lo lamentable es que no seáis dignos de ser conocidos por los hombres.
La prudencia aconseja no indignarse cuando los hombres nos engañan, no entristecerse cuando son infieles. El hombre prudente prevé siempre estas eventualidades.
El que de niño no ha respetado a sus hermanos ni a sus padres, en la edad madura no ha hecho nada provechoso, y al llegar la vejez no ha muerto, es un hombre despreciable.
¿Qué es lo más importante para alcanzar una conducta correcta? Ser sincero en todo momento y mantener siempre la palabra dada. Procurar que aún el menor gesto refleje la dignidad interior, y no cometer ninguna acción asombrosa. Si obras así, tu conducta será admirada en todos los lugares, aún entre los pueblos bárbaros. Por el contrario, si no eres sincero, si faltas a tus promesas, si tus gestos no son dignos o tus acciones son deshonrosas, tu conducta será despreciada tanto en una ciudad de 10.000 familias como en un villorrio de 35 vecinos.
El hombre que no medita y obra con precipitación, no podrá evitar grandes fracasos.
No he hallado a nadie que amase las virtudes con la misma intensidad con que se ama la belleza corporal.
Sed rígidos con vosotros mismos, pero condescendientes con los demás. De este modo os veréis libres de toda envidia y resentimiento.
El hombre que no examina cada día en su interior lo que debe hacer, lo que debe imitar, lo que debe aconsejar, y lo que debe reprochar, no hará nada bueno en su vida.
Cuando permanecen muchas personas reunidas durante todo un día, no todo lo que se comenta es justo y equitativo. Es muy frecuente se hable sobre cosas vulgares y que abunden las conversaciones necias.
El noble no da crédito a las palabras por la sola autoridad de quien las pronuncia; tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una persona ignorante.
La inconstancia y la impaciencia destruyen los más elevados propósitos.
Cuando la muchedumbre desprecia a alguien, debéis examinar con objetividad su conducta antes de emitir vuestra opinión. También cuando la multitud aclama a alguien, es preciso contemplar con imparcialidad sus obras antes de aprobarlas.
El hombre puede ensalzar las excelencias de la virtud, pero la virtud no puede proporcionar prosperidad y fama al hombre.
Sólo puede ser calificado como " vicioso " el que comete un acto deshonroso y no se corrige.
El noble sólo busca la verdad y no se aferra con ciega obstinación a su criterio.
Transmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de razas ni de categorías.
Las palabras han de expresar con fidelidad nuestro pensamiento.
Los ministros de un príncipe virtuoso deben evitar tres faltas: la petulancia, consistente en hablar cuando nadie les ha pedido su opinión; la timidez, que consisten no atreverse a expresar su opinión cuando se les invita a ello; y la imprudencia, que consiste en hablar sin haber observado antes el estado de ánimo del príncipe.
Sólo los hombres de profunda inteligencia y los necios de mente más obtusa permanecen invariables.
Si se mata una gallina, ¿Para qué utilizar un cuchillo, que sirve para matar bueyes?
Si respetáis vuestra propia persona y a todos nuestros semejantes, nadie podrá despreciaros; si sois generosos, os ganaréis el afecto del pueblo; si sois sinceros, nadie desconfiará de vosotros; si todos vuestros actos os aproximan al bien, vuestro mérito será grande; el amor a los hombres es la mejor arma para gobernar con eficacia.
Aún las profesiones más humildes son dignas de respeto.
Puede calificarse como " amante del estudio " quien cada día adquiere un conocimiento nuevo, y cada mes retiene lo que ha aprendido.
No os avergoncéis de preguntar para resolver vuestro dudas, y meditad las respuestas que os hayan sido dadas.
Los hombres vicioso procuran disimular sus faltas con apariencias de honradez.
Basta una sola palabra acertada del noble para que se le considere entendido sobre una cosa, pero también basta que cometa un solo error para que se diga que no sabe nada. Por consiguiente, el noble debe vigilar mucho sus palabras.
El buen gobernante debe ser generoso sin caer en la prodigalidad; debe cobrar los impuestos suficientes para llevar una vida digna, sin caer en la codicia; su porte debe ser digno y grave, sin dejarse llevar por una vana ostentación; debe tener autoridad, sin que su mando sea despótico; debe exigir con cautela la colaboración del pueblo en los trabajos públicos, para no suscitar su resentimiento.
Realizar cuanto sea para el bien común, ¿No es ésta la mejor forma de generosidad? Desear únicamente las riquezas necesarias para la práctica de las virtudes propias de su dignidad, ¿Puede esto llamarse "codicia?" Si sus propiedades particulares no son demasiado grandes ni demasiado pequeñas, si se ocupa de los asuntos que no son ni muy importantes ni muy insignificantes, si se mantiene a cierta distancia de los hombres sin despreciar a nadie, ¿No es esto la dignidad exenta de orgullo? Si cuida su aspecto exterior, si es equilibrado y ecuánime en todos sus actos, el pueblo entero lo respetará sin experimentar temor, ¿No consiste en esto la autoridad libre de despotismo? Si sólo utiliza el trabajo de los súbditos para realizar lo que es razonablemente necesario, ¿Quién podrá experimentar resentimiento?
Los cuatro vicios relativos al gobierno son los siguientes: no instruir al pueblo y ocultarse la verdad, lo cual recibe el nombre de " tiranía "; exigir una conducta perfecta a todos los ciudadanos sin informarles previamente sus obligaciones, lo que recibe el nombre de " opresión "; no tener prisa en dar las órdenes y pretender luego que se cumplan en el acto, lo que representa una grave injusticia; buscar siempre el propio provecho, lo que recibe el nombre " egoísmo ".
Cuarto Libro Clásico
Confucio
Si la ganancia o el provecho se anteponen a la justicia, los súbditos nunca estarán satisfechos y el príncipe se hallará en un peligro constante.
Si los hombres con canas pueden cubrirse con vestidos de seda y comer carne, si los jóvenes de negros cabellos dejan de padecer hambre y frío, la vida del reino será próspera. No ha existido ni un solo príncipe que obrando así haya dejado de alcanzar autoridad sobre su pueblo.
Si un rey no gobierna con rectitud, es decir, si no colma de beneficios a su pueblo, es porque no quiere y no porque no pueda.
Si un príncipe se entristece por las desgracias de su pueblo, los súbditos también sentirán pesar por las tristezas de su príncipe. Si el príncipe se alegra con la felicidad de su pueblo, y hace suyas las penalidades de sus súbditos, no tendrá dificultad alguna en su gobierno.
Si tú amas con locura las riquezas, no debes hacer otra cosa que compartirlas con el pueblo.
Lo que hacen los gobernantes es luego imitado por el pueblo. No puedes, por consiguiente, acusar ahora al pueblo de su proceder ni condenarle por ello, pues ha imitado lo que había aprendido de su príncipe; ha devuelto que se le había dado.
El noble que pretende fundar una dinastía no aspira a ser elevado a la dignidad Imperial, sino que se limita a preparar el camino para sus descendientes; si la voluntad del cielo le es propicia, será elevado el mismo a la suprema dignidad.
La sabiduría y la prudencia de nada sirven si no se presenta una ocasión propicia; los buenos arados nada pueden por sí solos, si no se presenta una estación favorable.
Es preciso obrar con rectitud sin pensar en las consecuencias. No debemos omitir el cumplimiento de nuestros deberes, ni realizarlos antes de tiempo.
Quien pretenda someter a los hombres por la fuerza de las armas no alcanzará la sumisión de sus corazones; por esto, la violencia nunca es suficiente para dominar a los hombres. Quien conquista a los hombres por la virtud, consigue que todos se sometan a él sin reservas y con corazón alegre.
Las desgracias, al igual que la fortuna, sólo llegan cuando las hemos buscado con nuestros actos.
Cuando el cielo nos envía calamidades, podemos superarlas; cuando las hemos buscado nosotros mismos, sucumbiremos ante ellas.
Quien no haya sentido nunca compasión hacia los demás no es en verdad un hombre, tampoco puede ser considerado verdadero hombre quien jamás haya experimentado los sentimientos de vergüenza y aversión; el que no posea los sentimientos de abnegación y respeto no puede ser considerado verdadero hombre; quien no distinga lo verdadero de lo falso, lo justo y lo injusto, no es un hombre.
Nada es más digna de admiración en un hombre noble que el saber aceptar e imitar las virtudes de los demás.
Lo que hagáis, a vosotros os pertenece; yo sólo debo responder de mis propios actos.
Para la defensa de un reino no son suficientes ni las fortificaciones que se construyan, ni los obstáculos naturales que representan las montañas y los ríos, ni la abundancia de armas. La mejor defensa de un reino consiste en la decidida voluntad de sus habitantes, la cual se conquista mediante un gobierno humanitario y justo.
Quien ocupa un cargo público y no puede cumplir con sus obligaciones debe dimitir.
Si un medicamento no altera el organismo del enfermo, tampoco producirá la curación.
No puede ser bueno quien sólo piensa en acumular riquezas; no puede ser rico quien sólo piensa en practicar el bien.
Si los maestros enseñan con claridad los deberes a todos los ciudadanos del reino, estos vivirán entre sí en concordia y armonía.
La generosidad consiste en repartir las riquezas entre los necesitados; la rectitud consiste en buscar el camino del bien a los descarriados; la bondad es la virtud que debe poseer el emperador para ganarse el afecto de todos sus súbditos.
En este mundo sólo se pueden seguir dos caminos: el del bien o el del mal; no existe otra posibilidad.
Los reinos pequeños imitan a los poderosos, pero se avergüenzan de recibir órdenes de ellos y no quieren acatarlas.
Los reinos perecen a causa de su interna descomposición antes de que los demás reinos los ataquen.
Buscáis el camino recto a lo lejos y lo tenéis junto a vosotros. Creéis que el bien consiste en la realización de cosas difíciles, cuando no es más que realizar con rectitud las cosas fáciles.
Cuando se emprenden guerras para conquistar nuevos territorios, los campos quedarán cubiertos por los cuerpos de las víctimas.
No puede pensarse en ningún mal mayor que en la pérdida del mutuo afecto y cariño entre padres e hijos.
Hay hombres que tienen fama de grandes creadores porque nunca nadie les ha refutado sus endebles argumentos. Uno de los principales defectos de los hombres consiste en pretender erigirse en modelo de los demás.
Las normas de conducta son inmutables, todos los Santos han obrado de conformidad con sus principios.
Cuando el príncipe empieza a imponer castigos a sus funcionarios sin que hayan cometido delito alguno, los ministros prudentes se apresuran a abandonar el reino.
Si el príncipe es justo, nadie será injusto; si el príncipe es bondadoso, nadie será cruel.
Es preciso que los hombres conozcan el mal para poder evitarlo y entregarse a la práctica del bien.
Quien divulga las acciones viciosas de sus semejantes construye su propia ruina.
El hombre noble conserva durante toda vida la ingenuidad e inocencia propias de la infancia.
El hombre sabio, en cuanto ha alcanzado una virtud, se aferra fuertemente a ella y ya no la pierde jamás; en cuanto ha perfeccionado al máximo la virtud adquirida, la guarda cuidadosamente en su interior como fuente inagotable de energía.
Las palabras en sí mismas son inocuas, pero sus consecuencias pueden ser funestas si son despectivas.
Quien ama a los hombres, es amado por ellos; quien los respeta es, a su vez, respetado. Supongamos que habiéndose portar con nosotros de una forma descortés o grosera; si somos prudentes, lo primero que debemos preguntarnos es si con anterioridad hemos cometido alguna descortesía con dicha persona o si hemos sido injustos con ella; su actitud hacia nosotros debe de tener algún fundamento. Caso de que lleguemos a la conclusión de que no hemos cometido ninguna injusticia contra tal persona, sino que nos hemos mostrado siempre con ella bondadoso y corteses, debemos seguir analizando las posibles causas de actitud descortés o grosera. Si somos prudentes, debemos reflexionar si hemos cometido la menor incorrección en nuestra conducta. En el supuesto de que tampoco hayamos cometido incorrección alguna, entonces la descortesía o grosería del ofendido carece totalmente de fundamento y el hombre prudente, ante tal situación, debe concluir: " este hombre no es más que un extravagante y un necio; en nada se diferencia de una bestia, en cuyo caso, ¿por qué debe preocuparme la actitud o actos de una bestia? ".
Gozar de prestigio y de consideración es una de las cosas que los hombres ambicionan con más ardor.
El primer deber más importante de la piedad filial consiste en honrar a nuestros padres como es debido. La mejor prueba de este amor a los padres consiste en procurarles el sustento necesario.
No lo pudo hacer por medio de palabras, porque el Cielo no habla. El Cielo manifiesta su voluntad a través de los méritos y buenas acciones de los hombres. Esta es la única manera con que manifiesta su voluntad. El Cielo ve a través de los ojos del pueblo; el Cielo oye a través de los oídos del pueblo.
El Cielo gobierna los acontecimientos del mundo sin ser visto; esta acción oculta del Cielo es lo que se llama " El destino ".
Jamás he oído que un hombre que no actuara con rectitud lograse enderezar a los demás. Menos aún podría lograr que los demás fueran sinceros quien observara un comportamiento hipócrita.
Los ministros se conocen por las personas a quienes acogen en su casa cuando están en la corte, y por las casas en que se alojan cuando están fuera de ella.
Para que pueda trabarse una verdadera amistad, es preciso prescindir de la superioridad que puedan otorgar la edad, los honores, las riquezas o el poder. El único motivo que nos debe incitar a la amistad es la búsqueda de las virtudes y el mutuo perfeccionamiento.
El superior debe honrar y respetar la sabiduría de sus súbditos, y el inferior debe mostrarse respetuoso y cortés con sus superiores, en atención a la dignidad que ostentan; respetar la dignidad y honrar a los sabios son dos manifestaciones de un mismo deber.
Quien para permanecer fiel a sus principios rechaza ser elevado a una condición honrosa permanece feliz aún sin honores. Quien para no apartarse del recto camino rechaza unas rentas permanece gozoso en su pobreza.
La naturaleza humana no es ni buena ni mala. Según esto, la bondad o malicia de los hombres es algo posterior a la propia naturaleza humana en su origen. Si el hombre posee la capacidad de obrar, es necesario que poseía también una norma para dirigir sus actos.
Si el supremo bien del hombre consistiera en conservar la vida, no haría otra cosa que dedicarse a descubrir y practicar todo aquello que pudiera prolongarla. Si el más temible mal del hombre fuera la muerte, investigaría y practicaría todo lo que pudiera alejar o evitarle este mal. Hay cosas que amamos más que la vida, así como hay otras más temibles que la muerte; éste es un sentimiento común a todos los hombres.
El camino recto es como una ancha avenida; no es difícil encontrarlo cuando se busca, pero los hombres no se esfuerzan por descubrirlo.
Cuando el sabio toma una determinación, es imposible que el pueblo penetre en los verdaderos motivos de la misma. Cuando un príncipe se ve rodeado por hombres perversos, aduladores y servirles, ¿Acaso puede gobernar con acierto y eficacia?
Cuando el Cielo quiere conferir a alguien una difícil misión, antes pone a prueba la fortaleza de su ánimo y el equilibrio de su mente con las dificultades de una vida dura; fatiga sus músculos y todo su cuerpo con rudos trabajos, que ponen a prueba su resistencia; mortifica su carne y su piel con los rigores del hambre y del frío; les somete a las mayores privaciones de la miseria; determina que no tengan éxito en sus empresas para que se enfrenten con el fracaso. De este modo, el cielo estimula sus virtudes, fortalece su cuerpo y les hace aptos para afrontar las dificultades con que tropezarán en el cumplimiento de su alta misión. La dificultad es lo que más estimula al hombre a vencer sus deficiencias y superarlas. Sólo cuando se han padecido toda clase de privaciones y trabajos, sólo cuando se ha visto el rostro de la miseria, sólo entonces es posible conocer a fondo la naturaleza humana.
El hombre cumple la voluntad del Cielo cuando se esfuerza en perfeccionarse a sí mismo.
Si buscáis encontraréis, si sois negligentes lo perderéis todo. El que busca lo que está en su interior lo descubrirá y lo alcanzará; el éxito de esta búsqueda es seguro, una ley invariable garantiza la adquisición de lo que se busca. Si, por el contrario, buscamos lo que está fuera que nosotros, todos los esfuerzos resultarán infructuosos.
El origen de todas las acciones se encuentra en el interior de nuestro ser. Si reflexionando sobre nuestros propios actos descubrimos que son conformes con nuestra naturaleza racional, experimentaremos la más intensa satisfacción.
El hombre no puede dejar de arrepentirse de sus faltas. Si una sola vez se arrepiente de no haberse arrepentido de sus faltas, ya no volverá a tener motivos de arrepentimiento.
El pueblo no valora el mérito de un buen gobernante. El buen gobernante encamina al pueblo hacia el bien con su sola presencia su acción es oculta e imperceptible como la de los espíritus. El influjo de su virtud se hace sentir por todas partes, como el de las sutiles fuerzas del cielo y de la tierra. La influencia de un buen gobernante no tiene límites.
Los ejemplos de bondad penetran con mayor profundidad en el corazón de los hombres que las buenas palabras; es más fácil obtener el afecto del pueblo obrando con rectitud y aconsejándole rectamente, que mediante una administración eficaz y unas leyes justas. El pueblo desconfía de las leyes y de la administración; el pueblo ama los buenos ejemplos y los acertados consejos. Con unas leyes justas y una administración eficiente, se consigue aumentar las rentas del reino; con buenas enseñanzas y buenos ejemplos, se conquista el corazón de los súbditos.
Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y fortalecen la prudencia.
Nadie debe comer sin habérselo ganado.
Los caminos del sabio son elevados e inasequibles. Sus actos pueden ser admirados, pero no imitados.
El carpintero hábil no se hace torpe para poder ser imitado por cualquiera de sus ayudantes.
Quien se abstiene de lo que no debiera abstenerse es mejor que se abstenga de todo; el que trata con frialdad a quienes debiera tratar con ternura acabará tratando con frialdad a todo el mundo; quienes avanzan precipitadamente también retrocederán con la misma precipitación.
Es preferible desconocer los libros históricos, que aceptar incondicionalmente cuanto en ellos se refiere.
Dar muerte a un pariente próximo de otro hombre es el crimen que más funestas consecuencias provoca.
Yo no hago el menor caso de las murmuraciones y críticas de los hombres.
Para que nuestras palabras estén siempre conformes con la equidad, es preciso evitar la excesiva familiaridad con quienes nos rodean; él mutuo respeto es la mejor defensa contra las palabras descorteses y groseras. Si el hombre culto habla cuando debería callar, todos quedan perplejos ante sus palabras; si, por el contrario, el hombre culto calla cuando debería hablar, todos quedan desconcertados ante su silencio.
Las mejores palabras son aquellas que encierran un profundo significado y, al mismo tiempo, resultan comprensibles para todo el mundo.
El mayor defecto de los hombres consiste en preocuparse arrancar la cizaña de los campos ajenos, descuidando el cultivo de sus propios campos.
El mejor medio para alcanzar las virtudes de la justicia y la equidad consisten en dominar las pasiones. Quien se deja dominar por las pasiones es muy difícil que obre con justicia y equidad.
Todo hombre debe cumplir con su deber, prescindiendo de lo que los demás pueda decir de su conducta. Quienes actúan únicamente para merecer la aprobación de los demás hombres pueden ser considerados como aduladores del mundo; éstos son los hombres de virtud aparente que en la actualidad son considerados como los más honrados.
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