La masonería es, aún andado ya el siglo XXI, un gran enigma. La semilla de miedo y confusión en torno a sus actividades que plantó Francisco Franco -hermano de masón y obsesionado con el tema después de que a él mismo se le hubiese negado el ingreso en la Fraternidad- ha prendido lo suyo. Y, aún hoy, nombrar a un masón es poco más que mentar al diablo.
¿Son masones quienes detentan el poder? ¿Está la masonería infiltrada entre financieros, políticos y religiosos? ¿Es la fraternidad de la escuadra y el compás un gobierno en la sombra? En los últimos tiempos, el interés por contestar a esta clase de preguntas ha estado espoleados por las especulaciones sobre la filiación masónica de miembros destacados dentro del Gobierno socialista. Pero antes habrá que responder a otras cuestiones.
El periodista José Antonio Ullate, autor de El secreto masónico desvelado (LibrosLibres), sostiene que "hay mucha información averiada que se hace pasar por realidad masónica. Lo cierto es que los masones no son la mano oculta que mueve el mundo ni practican cultos satánicos ni realizan asesinatos rituales. Tampoco existen superiores ocultos que muevan los hilos de la economía y la política".
Múltiples especulaciones
Según Ullate, el tremendismo contemporáneo, se refugia en un boleo de especulaciones "en lugar de intentar entender los principios filosóficos que rigen las logias". Es decir, que se prioriza el murmullo antes de conocer la organización, quiénes la forman, cuál es la situación social de sus integrantes o cuáles son sus rituales.
Por eso, Ullate, cuyo devenir es el periodismo católico y, por tanto, goza del beneficio de no ser precisamente masón, se empeña en dar respuesta a "qué consiste ser masón, qué implicaciones tiene o en qué creen".
Un método de formación moral
Su definición de partida, sin embargo, no se corresponde a la realidad. Al menos, a toda la realidad. Ullate sostiene que "toda masonería es un método de formación moral, cuya base es el naturalismo y el ateísmo y cuyo objetivo dice ser mejorar a los individuos y a las sociedades en las que viven. Los masones excluyen todo conocimiento que no provenga de la razón y se declaran laicos".
No. Aunque, sin embargo, a Ullate habría que darle la razón en otras cuestiones. Pero vayamos por parte: su definición atiende a una parte de la realidad masónica, en cuanto que la reduce, precisamente, al movimiento más liberal dentro de la diversidad, digamos, de mandiles que lucir.
Cinco obediencias
Al menos, hay cinco obediencias distintas, cada una de ellas con múltiples talleres repartidos por toda la geografía española. Sus diferencias estriban fundamentalmente en tres puntos: el modo de desarrollar su organización y sus ceremonias según el rito que hayan adoptado, su actitud ante el hecho religioso y la admisión o no de mujeres en las logias.
La exclusión de la mujer, curiosamente, une a la escala más librepensadora y abierta, el Gran Oriente de Francia, con la más conservadora, la Gran Logia de España, la cual, con 150 talleres repartidos por el país, es la única obediencia nacional que reconoce la Gran Logia Unida de Inglaterra, lo que la convierte también en la única regular.
A partir de ahí, entre las dos hay muchas diferencias. Vayamos por partes. El Gran Oriente de Francia, una obediencia que afirma contar con 50.000 miembros en todo el mundo, no exige vestir traje, plantea su influencia en el campo político y admite abiertamente que entre sus integrantes abundan los republicanos. Del mismo modo, muchos de ellos se confiesan ateos. Aunque en el Rito Francés continúan siendo obligatorios los mandiles y collares que informan del rango de quienes los exhiben.
Los más tradicionales
Frente a ellos, la Gran Logia de España cumple estrictamente el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y en consecuencia también son los más tradicionales: prohibición de tratar en las ceremonias temas políticos ni religiosos, y aunque en teoría da cabida a todas las creencias y a todas las ideas que fomenten el respeto mutuo, la obligación de aceptar la existencia de lo que ellos denominan el Gran Arquitecto del Universo deja fuera a los ateos. Para hacerlo evidente, sus reuniones están presididas por una Biblia (el Corán en un país árabe o la Torá en uno judío).
Ambos son hijos de la ilustración, sin duda, pero uno de ascendencia revolucionaria y francesa; otros, más tradicionalistas y británicos. En la declaración de principios, de la Gran Logia Española, que integró hace décadas a la Grande Oriente Español, figura por ejemplo un claro manifiesto político.
"Es recordar la historia de los Ilustrados Españoles, del nacimiento del Liberalismo como doctrina política y de la defensa de los derechos del hombre. Es, en fin, un Grito de Libertad contra el oscurantismo, la incultura, el caciquismo y la opresión que, históricamente, subyugó al pueblo español hasta el advenimiento definitivo de la Democracia con la Constitución de 1978".
Una obediencia de carácter mixto
Pero hay más. Existe otra obediencia fundada en 1893 con el nombre original de Gran Logia Simbólica Escocesa Mixta de Francia: El Derecho Humano, y que pronto cambió su denominación por la de Orden Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain-Derecho Humano, que ahora se extiende por todo el mundo. Es de carácter mixto y en ella hombres y mujeres trabajan juntos buscando su perfeccionamiento moral.
Además, la Gran Logia Simbólica Española, con talleres tanto masculinos como femeninos o mixtos. A pesar de admitir mujeres, esta obediencia sigue igualmente el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, por lo que declara su independencia de cualquier creencia religiosa, política o social determinada, así que en sus logias también está prohibido discutir sobre estos temas, pero aquí la invocación al Gran Arquitecto del Universo se hace de manera personal, de manera que pueden aceptarla los creyentes de las diferentes religiones, los agnósticos e incluso los ateos, que la interpretan como un concepto filosófico.
Incluso una quinta que, siguiendo el curso de los tiempos, ha acabado constituyendo una obediencia integrada únicamente por mujeres: se trata de la Gran Logia Femenina de España, auspiciada por la obediencia francesa, que cruzó los Pirineos en 1984 y se instaló en Barcelona.
El núcleo de su pensamiento
Otra cosa, como vemos, es que, recurriendo de nuevo a Ullate, estamos ante unas creencias hoy muy frecuentes: "Si a la masonería le quitamos los aspectos rituales y simbólicos y nos quedamos sólo con el núcleo de su pensamiento, nos encontraremos con la Ilustración y la Modernidad".
Es decir, con los principios filosóficos y de legalidad democrática más extendidos en nuestros días: "Si estudiamos la historia de las organizaciones masónicas nos encontramos con que en el siglo XVIII y en el XIX eran sociedades pequeñas que tenían una gran productividad intelectual y una intervención social muy directa. Hoy, sin embargo, las sociedades están en clara decadencia, y más en España, pero la influencia social de su pensamiento es enorme".
Sociedades pequeñas
Entre otras cosas, porque simbolizan el germen constitucionalista español. No hay que olvidar que el masón español nace con las Cortes de Cádiz, aunque se gesta, como ésta, en el impulso de la Revolución francesa. Por tanto, sus valores obvios de ciudanía, constitucionalismo, derechos humanos son hoy, como dice Ullate, pan nuestro de cada día. Lo demás, es leyenda.
Si se examina sus ritos, por ejemplo, la masonería, según argumentan sus miembros, "conlleva una concepción del mundo y del hombre basada en los principios de armonía, tolerancia, respeto, progreso, libertad y justicia". El masón es un "constructor" que mira a Dios como el gran Arquitecto del Universo y admira su obra, procurando fundirse con ella.
Por tanto, no es cierto que los masones simbolicen la "gran apostasía global donde se ha erradicado a Dios". No. Aunque haya masones que se identifiquen con el laicismo o el ateísmo, la cuestión esencial que sostiene a la mayoría de las obediencias es, precisamente, la obediencia a Dios, a sus símbolos, a su grandeza. Así lo retratan también Florencio Serrano y Francesc Xavier Altarriba en "La masonería" (La Esfera).
fuente: eleconomista.es